Un microservicio es como un mini equipo dentro de una aplicación: tiene una tarea específica, es autónomo y se comunica con los demás a través de APIs ligeras. Esta arquitectura permite que cada servicio se desarrolle, escale y actualice por separado, lo que mejora la resiliencia del sistema y acelera el time-to-market. También promueve la cultura DevOps, ya que distintos equipos pueden trabajar en paralelo sin pisarse los pies. Es especialmente útil en proyectos grandes o complejos, donde conviene escalar partes específicas de la app sin tener que tocar todo el código como si fuera un castillo de naipes.