Es una práctica fundamental en la arquitectura de software moderna, diseñada para reducir fallas y mantener un alto rendimiento bajo presión. Consiste en automatizar la integración y validación del código que escriben los desarrolladores en un repositorio centralizado. Su propósito principal es detectar problemas de integración de forma temprana. Al hacerlo, eleva la resiliencia del sistema, simplifica el diagnóstico de errores y mejora drásticamente la mantenibilidad del código a largo plazo, resultando en un producto de mayor calidad para el usuario.