Es la capacidad de una organización para adaptarse y responder rápidamente a los cambios del mercado y del entorno. En el área de cultura y talento, conecta las prácticas diarias de los equipos con los objetivos estratégicos del negocio. Mejora el clima laboral y acelera la productividad al eliminar fricciones innecesarias y burocracia. Para lograrla, se requiere tener planes de carrera claros, rúbricas de evaluación transparentes y una cultura de toma de decisiones basada en evidencias y no en opiniones.