Es una metáfora que describe las consecuencias a largo plazo de tomar atajos en el desarrollo de software. Al igual que una deuda financiera, genera ""intereses"" en forma de mayor costo de mantenimiento y dificultad para implementar nuevas funcionalidades. Gestionarla de forma proactiva es crucial para la salud de cualquier sistema distribuido, ya que eleva la resiliencia y simplifica el diagnóstico de problemas. Se maneja estableciendo contratos claros entre servicios, timeouts razonables y ""circuit breakers"" bien calibrados para evitar fallos en cascada.